domingo, 5 de mayo de 2013

Las flores de Cerezo

Crecí en una ciudad de turistas, viendo gente con mochilas grandes y con los ojos vivos por las cosas nuevas que los rodeaban, gente diferente que hacía amigos diferentes. Desde niña supe que quería tener  experiencias que me llenaran los ojos de curiosidad y el cuerpo de aventura. 



Comencé a viajar sola a los 14, pero con mi dinero a los 17, fue más o menos a esa edad que hice una lista de todas las cosas que quería ver y hacer. La lista se volvió casi infinita, especialmente cuando seguía viajando. 

Mis deseos no tienen un orden y estoy contenta con eso, porque  no quiero saber cuando voy a ver las auroras boreales en Finlandia o cuando voy a viajar por los desiertos del Khorbat o Todra en África. No quiero enterarme cuando escucharé al río Moldava en Praga, ni cuando voy a bucear entre corales. 

Mis deseos llegan por el camino que sigo, sin darme cuenta un día me volteo y hay todo un camino lleno de árboles de cerezo, con sus pétalos al viento y sus formas de algodón de azucar... Y yo ya puedo ir borrando cosas de mi lista. 







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