domingo, 31 de julio de 2011

El cuaderno de la selva

Mentiría si dijera la edad exacta desde la que colecciono cuadernos. Lo único que se es lo típico que se dice en estos casos "lo hago desde que tengo uso de razón" (obviamente no es cierto, pero quedémonos con eso). 

Desde chiquita cogía los cuadernos, no discriminaba, no me importaba si era loro, justus, minerva, paperblanks, etc. Los cogía y los olía y al instante me entraban unas ganas infinitas de pintarrajear esas hojas intactas, blancas y vírgenes. Mis padres nunca entendieron que en navidad sólo bastaba con regalarme un cuaderno y un montón de plumones y lápices (felizmente la tradición de los regalos no duró mucho y no tuve que soportar más muñecas diabólicas).

No se exactamente qué es lo que me fascina de los cuadernos, simplemente es la sensación de llenarlos con una parte mía, es las ganas de registrar en algo tangible lo que pasa en mi vida o de abrir y entrar en un mundo listo para ser construido... Los cuadernos son como pequeñas partes de uno mismo y supongo que es mi forma de guardar mi vida.

Ahora que voy a Pucallpa llevo uno que encontré en Iquitos. La misión de este es registrar lo que la selva me dice, esperemos que en 30 días pueda ser llenado como se debe. 








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