lunes, 8 de agosto de 2011

Le creí, no le creí

En la selva te cuentan historias de duendes y bufeos, de sirenas y espíritus, de seres que juegan contigo y te enseñan su mundo, de seres que te llevan para nunca más dejarte volver. En la selva te cuentan sobre seres que desde niños te han dicho que sólo cobran vida en las páginas de libros o por las noches de tertulias. 


En la selva, aunque no me crean, esos seres mágicos no sólo pertenecen a relatos de abuelos o a páginas viejas. Estos seres pertenecen a la vida misma, a la vida en la selva. Por esto uno siempre debe andar atento para evitar caer en trampas de chullachaqui, para descifrar el silbido de un tunchi, para reconocer el viento del Yoshin Shatan y sobre todo para no enamorarte del bufeo colorado. 


Desde que estoy acá he escuchado del nacimiento de hermanos bufeos, del misterioso rapto de las chicas más hermosas de nueva betania, de los hombres invisibles que viven en donde nadie puede entrar. Las historias me las han contado con una aseveración verdadera y máxima, dudar de su veracidad es un insulto casi mortal. Yo no quiero dudar, del que me la cuenta "le creí, no le creí", como diría César Calvo. 

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