Hace unos días caminando por las calles de
Iquitos me pasó algo que es común a muchas mujeres en el Perú y el mundo. Un
hombre de más o menos 35 años me detectó a lo lejos, cambió su rostro de hombre
corriente y se convirtió en el “piropeador”, posicionó su cuerpo
estratégicamente para estar lo más cerca a mi, y de ahí vino el: “Mamacita qué
rica estás” con el repugnante tono que acompaña a este tipo de comentarios.
Por su mala suerte o simplemente suerte, el día me estaba preparando para
verbalizar mi bilis, así que paré y sin pensarlo vomité lo siguiente: “Lo que
acabas de hacer se llama acoso sexual maldito imbécil”, y seguido de eso mi
brazo y puño izquierdo generaron un movimiento irracional, inconciente pero
voluntario y le metí un puñetazo en el cuello, al mismo tiempo que mis pies
emprendían la ruta que el engendro este había interrumpido. Llegué a mi casa, y
tenía una sensación fea producto de mi inesperado puñetazo, sabía y se que “las
cosas no se resuelven con violencia”, así que no estaba tan orgullosa.
Entré en una cadena de reflexiones,
pensamientos, re-escenificaciones del hecho, etc. Al final decidí contárselo a
gente, empecé con las amigas, luego el novio, mi madre y por último mi padre. Las
amigas y el novio me felicitaron y me recordaron algo que yo ya tenía presente,
que tenga cuidado porque cualquier otra persona tranquilamente me agarraba y me
quitaba la médula espinal por “igualada”, mi madre solo se asustó y luego mi
padre tuvo la reacción, que más o menos me esperaba, se rió de mi.
Mi padre es una persona muy inteligente, no
muy empática, racional, tiene conocimientos diversos, y una muy buena
conversación. Casi nunca pensamos igual, por eso no me sorprendió su reacción.
Sin embargo pensé que después de la risa, me iba a decir que estuvo bien que me
defendiera y que siempre haga valer mis derechos como mujer y todo el discurso,
pero claro, eso sólo lo manejamos algunas de las mujeres (y algunos hombres) La
palabras que vinieron después de su risa fueron “es que porque eres tan linda”
y luego siguió burlándose de mi ira y mi lucha constante ante los
“piropeadores”. En ese momento mi cerebro nublado de ira ordenó a mi brazo lo
mismo que hace unos días, así que golpeé a mi papá. No, no tengo un problema de
manejo de ira, pero para mi este tema es muy sensible. Me fui a mi cuarto y una
vez más comencé a darle vueltas a mi reacción y al mismo tiempo a contabilizar
las veces que he sido víctima de acoso sexual callejero.
No conté las veces que hombres me
dicen/gritan/ladran en la calle. Conté las veces que los hombres han hecho más
que verbalizar sus deseos o pensamientos sobre mí. Llegué a 7 incidentes
callejeros y uno pues no callejero. Así que después de eso me di a mí misma la
razón de mi ceño fruncido y cara de orto cuando camino por las calles limeñas,
iquiteñas, etc. me di la razón de mi posición defensiva hacia humanos del sexo
masculino que no conozco como amigos. Pensé que si mis padre conocía el por qué
de mi actitud tan a la defensiva, me entendería, por ello decidí sentarme a la
mesa y primero pedir disculpas por el puñete (que al parecer no le dolió
físicamente, lo que me hace pensar que al engendro de líneas arribas tampoco,
aunque espero que el ego sí) y seguido de las disculpas contar mis historias de
acoso sexual callejero y la que no.
Empecé las historias por orden cronológico, fueron
más o menos así:
- 2001 – El hombre que mostraba su pene como trofeo erecto en las calles de Iquitos, especialmente en la esquina de mi colegio que era de mujeres.
- 2001 - El hombre que me agarró el culo mientras regresaba del colegio.
- 2007 – El hombre que viajaba en la 73A que se masturbó mientras tocaba mi hombro.
- 2007 - El hombre que me cedió el paso para bajar del bus y mientras lo hacía alzaba mi vestido con su maletín.
- Mediados de los dosmiles – El cobrador de la 73 que me sobó la mano y me miró con... “coquetería”.
- 2008 – El hombre que hizo todo lo posible para sentarse a mi costado en la combi y quiso tocarme y no me dejó salir de la combi.
- 2012 – El hombre que mientras dormía en un bus camino a Bilbao (porque esto lastimosamente no es exclusivo del Perú) metió la mano por debajo de mi abrigo y quiso levantarme la blusa
- Y claro nunca faltan las punteadas en un bus lleno.
A medida que lo contaba mi voz se quebraba,
sobre todo cuando recordé la del 2008 que fue la que más me asustó. Mi madre me
miraba con susto, creo que esperaba una historia de violación, por suerte esta
no se venía, pero había otra historia. En el 2007 una amiga y tres muchachos que
conocía, constantes de años en mis círculos sociales iquiteños, terminamos
borrachísimos en la casa de uno de los muchachos. Yo terminé en un estado
prácticamente deplorable. En algún momento la amiga se perdió con uno de los
muchachos y yo me quedé sola con los otros dos. Gracias a mi situación uno de
ellos aprovechó por poner su grotesco cuerpo encima del mío y posó su trompa en
mis labios, yo quité la cabeza y el se movió. No se si los dos o uno decidió
levantarme la falda y me rosaron la vagina unas cuantas veces hasta que me
volteé con todas mis fuerzas y luego me paré. Nunca le conté esto a mis padres,
sólo se lo conté a amigas, las que valen la pena me ayudaron, las que no se
rieron y me dijeron por qué me emborrachaba de esa forma, esta actitud pertenece
a un debate relacionado, pero que se aleja un poco del acoso sexual callejero.
Terminé todas las historias y reflexioné al
respecto y dije algo así, sin la elocuencia escrita, …papá perdón por como
actué pero quiero que entiendas que todos los días me veo expuesta a
situaciones iguales o similares, y por ello quiero que me entiendas que los
simples y rutinarios piropos, no tienen nada de simple y ciertamente no
deberían tener nada de rutinarios, es una situación que me pone a la defensiva
en las calles y nunca se cómo defenderme...
Solo mi abuela dijo algo rápidamente: “cuando
te pasen esas cosas (se refería a la de no callejero) nos lo tienes que contar
rápidamente”. Después de aquella intervención nadie más en la mesa dijo nada,
por un momento pensé que en su cabeza decían que les había cagado el chifa. Mi
abuela miró a todos y dijo: ¿Opiniones? Y mi papá habló y me miró por primera
vez desde que nos sentamos en la mesa. Sus palabras cargaban el siguiente
mensaje, No puedes reaccionar tan violentamente ante cualquier piropo que te
digan en la calle, porque no todos son malos. Me alteré (fácil sí tengo un
problema de manejo de ira) le dije que no hay “piropo” bueno en la calle, que
lo que a él le parece bonito o agraciado, a la mayoría de las mujeres es una
molestia, porque no nos enfrentamos con una de esas intervenciones al día, sino
que nos enfrentamos a varias durante el día y no es agradable y una no siempre
es paciente, porque la primera la dejas pasar, la segunda ya te jode, la
tercera ya frunces el ceño y pasas rápido, la cuarta se te sale el popular y
veloz “calla mierda” y la quinta si vas de buen humor ya te ríes de frustración
o sino le demuestras lo florido de tu vocabulario (en el cual a mi me va muy
bien) .
Mi padre y yo entramos en discusión y le dije
que no había entendido nada de lo que había dicho, fue ahí cuando mi madre
entró a la discusión y dijo; Tampoco es así, tu padre quiere decir que no
siempre puedes reaccionar así, porque no siempre son comentarios cochinos.
Propuse un comentario “no cochino” y di como
ejemplo esto: Señorita qué bonita se ve usted, y ellos dijeron que sí, que a
ese no podía responder: maldito imbécil eso se llama acoso sexual. En ese
momento me sentí ligeramente insultada (también tengo una ligeramente alta
capacidad de drama), porque obviamente ante eso no reaccionaría así y también
dije que esos son casi nulos o inexistentes, porque vienen de los viejitos de
antaño que son casi nulos o inexistentes. Al final se me fue el antojo de chifa
y terminé retirándome, educadamente y decepcionada de la mesa.
Una vez más me vine al cuarto y terminé no
descubriendo la pólvora con respecto al acoso sexual callejero, porque creo que
se sabe muy bien que este seguirá existiendo mientras que en nuestras familias
se vea como un hecho de la rutina diaria, al cual tenemos que someternos a
menos que sea extremo (como mis ejemplos de la combi). Mientras tanto pues a
soportar desde el “bonita” hasta el “Ojalá yo fuera ese chupete”… en algunos
casos te toca uno original que utiliza el contexto y si vas vestida de negro
pues te sale un “qué tal viuda negra” (ya a mi me toca reír).
El soportar estos “piropos” termina en muchas
actitudes que al final no le hacen bien a nadie, porque yo continúo teniendo
agobio de caminar por las calles, miedo de cuando voy en la combi rodeada de
hombres, condicionada al momento de vestirme (algunas son valientes) y muchas
veces condicionada bajo la vergüenza de actuar y hacer valer mis derechos como mujer
y persona.
Entonces qué hacer, en situaciones como esta,
lastimosamente no hay algo verdaderamente eficiente, el observatorio de acososexual callejero propone ciertas cosas que bueno… a veces sirven, a veces no,
la del puñete obviamente no esta. Como sea, creo que cada una de nosotras y
nosotros debemos empezar a ser más concientes de estas cosas y primero aceptar
que no esta bien y que no debería ser común… y después la típica pero
importante acción de educar, primero a no actuar de esa manera y a no
cosificarte como mujer, pero sobre todo a actuar ante este tipo de actitudes y
perder la vergüenza a hacer el “ridículo” y atrevernos a empoderarnos de
nosotras mismas en las calles y en nuestras familias.
4 comentarios:
EXACTO!! No es normal, y no tenemos xq pensar que tenemos que aprender a convivir con eso.
Gracias! Has expuesto claramente lo que me pasa dentro y fuera de la calle. Dentro con la cochinadas que hay que aguantar y fuera con la típica: pero que más quieres o etc . . .
Yo uso bici para movilizarme por mi distrito y entonces uso ropa normal, incluyendo faldas y vestidos. Y bueno hay desde el huevón que dice: quisiera ser tu asiento hasta los conductores de carros que manejan despacito para ir a mi lado!
Leerte me a dado valentía para enfrentarlos de una manera más "educada" porque el calla mierda siempre se me sale rápido pero a mi parecer molestarme así les causa más placer. Desde mañana voy a defenderme de una forma más alturada informándoles que esto es acoso sexual.
Te felicito por tu puñetazo!
¡hola!, no sé que edad tengas pero me sorprende tu maduréz. Sucede querida Allegra que esto es una secuela del machismo, el machismo está lamentablemente en la piel de la sociedad. Si fuera tu hermano quien hubiera llegado a casa todo magullado por un par de puñetes y otro tanto de puntapiés, después de conocer el "por qué", la reacción hubiera sido sí de escándalo. Y es que mientras habemos mujeres de todas las edades que amamos nuestra tranquilidad y repudiamos el acoso cualquiera que sea su formato, hay otras a las que saberse codiciadas es como su identidad, están educadas para ser habladas y miradas como cosas, como objetos de una tienda... Siempre encontrarás disidentes sobre este tema.... pero tenemos derecho a la paz, a la seguridad, al libre tránsito.... un abrazo.
Hola a todas,
Gracias por comentar en este post. Usualmente no publico más que mi trabajo, pero es que el acoso sexual callejero es algo que cada vez es más insoportable y tenemos que ver la forma de educarnos y educar a los que nos rodean y sobre todo de nosotras mismas empoderarnos y hablar cuando esto sucede.
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